jueves, 28 de diciembre de 2006

Understanding

Tenía los pies dolidos de caminar por el desierto y no podía permitirse el lujo de gastar el poco agua que tenían en curárselos. Pero no se quejaba. No daba ni el más mínimo signo de debilidad. Seguía andando intentando pasar desapercibida, sonriendo a los jóvenes que encontraban en ella su única distracción y ayudando a los ancianos que a duras penas aguantaban los interminables días bajo el sol. Día tras día cubría su morena piel con harapos viejos y roídos para no quemarse como les había ocurrido a otros ya. No es que evitase hablar, simplemente no quería discutir, y la gente cada día estaba más harta y de peor humor. Por eso evitaba de vez en cuando al grupo y se alejaba un tanto, lo suficiente para que el ruido de todo aquel pueblo se convirtiese en un murmullo, pero no tan lejos como para perderlos de vista ni por un segundo. Y siempre intentaba ir a la cabeza del grupo. De esta forma había conseguido verle de cerca varias veces. A él, el hombre que guiaba a su pueblo, le debían mucho, a pesar de que por su culpa ahora no tenían nada. Confiaba en él, tenía la verdad en su mirada. Pero nunca había conseguido acercarse lo suficiente como para entablar conversación... Tenía tantas cosas que preguntarle... Nadie sabía a dónde se dirigían, nadie sabía por qué lo hacían. Pero todos conocían a alguien que le había visto obrar sus milagros, a pesar de que muy pocos afirmaban haberle visto hacerlos en persona. Todo esto quería preguntarle, y todo esto era lo que nunca entendería.

Siguieron vagando durante mucho tiempo por el desierto. Perdieron la noción de los días y las horas. Aprovechaban el amanecer y el atardecer para andar lo más posible ya que a mediodía hacía demasiado calor, y por la noche demasiado frío. Andaban hasta que sus cuerpos no podían más, para acostarse y levantarse al día siguiente para seguir caminando. Observando el mismo paisaje día tras día. Al principio no era así. Al principio todo fue una gran fiesta, por fin su pueblo obtendría lo que se merecía (aunque ni siquiera sabían qué era exactamente), la gente bailaba y cantaba mientras los niños corrían y jugaban. Ahora la comida empezaba a escasear y si no llegaban pronto a su destino, serían muchos los que morirían en medio del desierto.

Se despertaron un día con el olor de una nueva brisa. Un olor a vida y esperanza. Un olor a mar que elevó sus ánimos y les dió las fuerzas suficientes como para salir corriendo según se convencían de que no era una ilusión. Ella se encontraba apartada del grupo en ese momento, pero desde la lejanía pudo ver como todos empezaban a correr. Contagiada por el entusiasmo comenzó a correr hacia una escarpada roca que se encontraba enfrente suya. Oía los gritos de júbilo y la prisa la hizo tropezarse un par de veces antes de llegar a la cima. Pero una vez llegó, lo vio, un basto mar se abría ante sus ojos. Pero, sin embargo, no se alegró tanto al reconocer que aunque había mar, realmente el paisaje no era muy distinto del que se habían encontrado hasta ahora.

Se acercó hacia el grupo para ver si alguien más se había dado cuenta de ello. Pero todos celebraban la situación con sus familias. Ella la había perdido hace tiempo. Había pasado casi toda su vida sola y estaba acostumbrada a este tipo de situaciones. Deambuló entre la gente como si buscase a alguien para que los demás no sintiesen pena de ella, no quería ni necesitaba su compasión. De repente notó que alguien la miraba. Era él, durante un instante vio como sus ojos se posaban en los suyos en lo que sería el único cruce de miradas que tuvieron en su vida. A pesar de haber estado tan cerca tantas veces. Pero duró poco pues miró después hacia el cielo y se dirigió hacia el mar. Todos callaron mientras se agolpaban por intentar ver que ocurriría.

Se fue introduciendo por la orilla hasta que el agua le quedo por la rodilla, entonces alzó su cayado hacia el cielo y con un golpe brusco lo clavó en el agua.

Lo que ocurrió después le pareció indescriptible. Las aguas comenzaron a abrirse dejando un enorme pasillo entre medias para cruzar las interminables aguas. Y así hicieron, con nuevas esperanzas e ilusiones, comenzaron a andar de la misma forma que lo habían hecho por el desierto, sólo que esta vez iban encontrando peces por el camino.

Desafortunadamente, no todas las historias son felices, y la suya acabó mal, casi cuando llegaban a la otra orilla, las aguas comenzaron a cerrarse. Podía haber salido corriendo, pero decidió ayudar a un par de ancianos que de otra forma no lo conseguirían jamás. Y no lo consiguieron, ni ellos, ni ella. Allí se quedaron mientras buscaban una recompensa que nunca obtendrían.


miércoles, 29 de noviembre de 2006

All the things she said

La ciudad parecía gris bajo las sombras de las nubes que no paraban de verter sus entrañas sobre la gente que a duras penas se podía refugiar bajo sus paraguas, los cuales no les permitieron ver cómo saltaba desde la azotea.

Una habitación vacía, o esa era la sensación que les daba al verse discutiendo otra vez. Él miraba por la ventana, sin llegar a ver nada en realidad, mientras que ella simplemente se escondía entre sus brazos, sentada en el suelo y aguantando la respiración para no llorar. Otra discusión, otra más y cogería todo lo que él se llevó y se largaría de allí. O eso al menos era lo que se llevaba diciendo a si misma durante meses. Sabía que le quería, y sabía que era recíproco, pero a pesar de todo eran incompatibles.

Y ahí estaban ellos. Él tan atractivo como de costumbre, con su corbata mal ajustada y su uniforme con la camisa por fuera. Ella con su pelo alborotado, más apagado de lo normal, y su minifalda, demasiado corta para no resultar provocativa. No decían nada, pues sabían que el que primero hablase comenzaría de nuevo otra guerra.

Y fueron los gritos y un portazo los que acabaron con ella mientras en la ciudad seguía lloviendo sin fin. Fue ella la que se fue, y corrió escaleras abajo, sin tropezarse, pues la tensión no le permitía equivocarse. Salió del portal y bajo la lluvia se permitió llorar.

Él tardó unos segundos en volver a abrir la puerta, pero evidentemente, ella ya no estaba al otro lado. Sin pensarlo si quiera empezó a correr escaleras arriba, hacia la azotea. Simplemente quería estar solo. Sólo quería desaparecer.

Buscaba entre la gente. Necesitaba encontrar a su madre para decirle que todo había acabado, que su niña volvía a casa. Y cuando la vio se encontró con una mirada severa, un gesto duro en el rostro que fue todo lo que necesitó para entender que no era la ciudad la única que estaba gris. Sintió su mano en su mejilla. Quizás no la dio muy fuerte, pero se dejó caer sobre un charco en el suelo.

La ciudad parecía gris bajo las sombras de las nubes que no paraban de verter sus entrañas sobre la gente que a duras penas se podía refugiar bajo sus paraguas, los cuales no les permitieron ver cómo saltaba desde la azotea. Pero aún así, ella sintió como se golpeaba contra el suelo mientras seguía tirada en la acera.

domingo, 26 de noviembre de 2006

No me quieras demasiado

A veces decides ser malo durante un rato y preocuparte un poquito más por ti mismo. Dejas de pensar tanto en si lo que haces molestará o hará daño a alguien y pasas a pensar en lo que realmente quieres hacer. Te dejas llevar por un egoísmo innato que consigue que disfrutes los segundos, que te rías de lo absurdo y que ayudes a la persona que tienes al lado a que también lo haga. Porque no sólo los hombros son importantes. ¿Y si no necesito llorar? ¿Y si lo que quiero es pasarlo bien por un momento? ¿Quién se ofrecerá a sacarme una sonrisa cuando las lágrimas se me escapen?
Y ahora no puedo hacerte eso a ti. No sé de ti lo suficiente como para poder ayudarte si estás mal. Y menos aún si yo fuese la causa de ese mal. "Estamos conociéndonos." Pero las espectativas a veces son sólo sueños, y se quedan en eso. Porque me gusta estar contigo, pero no me atrevo a nada más. No me puedo atar, no ahora que me estoy abriendo un poco más al mundo. No, porque no sólo te estoy conociendo a ti, sino a mucha más gente, y ya han sido muchas las puertas que me he encontrado cerradas como para que encima me las cierre yo mismo.
Sólo me gustaría pedirte un favor: No me quieras demasiado. Podría ser fatal el resultado. Porque no sería justo y alguno acabaría sufriendo. Incluso los dos podríamos terminar sufriendo por culpa de no dejar las cosas claras. Por culpa de soñar sin tener licencia para ello. Abrázame, acaríciame, bésame y susúrrame al oído, pero por favor, no me quieras demasiado.

domingo, 22 de octubre de 2006

Cita sin amor

Habían quedado a las 9 y ya eran las 9:15. Corría por la calle deseando que él no se hubiera marchado ya. Había puesto muchas esperanzas en aquella cita, pero una serie de desajustes en el trabajo la había obligado a salir más tarde de lo previsto. No se conocían más que a través de unos amigos comunes. Se habían visto unas cuantas veces, pero jamás habían hablado mucho el uno con el otro. Finalmente llegó y allí estaba él. La verdad es que se le veía guapo. Se había arreglado para aquella noche, eso se notaba...y algo significaría. No pareció importarle que llegase tarde, estaba demasiado nervioso como para preocuparse por ello a pesar de las constantes disculpas que ella le dio.

Sin mayor tardanza entraron en el lujoso restaurante. Una mesa para dos, cerca de la cristalera desde la que se observaba una preciosa visión de París. Les dieron la carta y pidieron ya el vino. Al principio apenas mantenían el contacto visual. Comenzaron a hablar simplemente para evitar esos silencios incómodos. Pero al cabo de un rato, la conversación se fue animando. Se contaron muchas cosas, y comenzaron a coger confianza. Poco a poco los dos se daban cuenta de que no se iban a querer. Era una verdad silenciosa. Ninguno la comentó ya que ninguno quería hacerlo tampoco. Estaban a gusto sin necesitar nada más. Ni otra noche, ni un beso de despedida. Simplemente la compañía era buena.

Pero cuando acabaron con el postre allí estaba otra vez ese silencio incómodo. Era la hora de marcharse y ninguno sabía qué decir para no defraudar al otro. Salieron a la calle, se dieron dos besos y cada uno tomó una dirección distinta. Sin mirar atrás. Por supuesto que volverían a llamarse, pero no sería para otra cita.

martes, 17 de octubre de 2006

Rosas

Allí estaba ella, mirando sus fotos y aquella rosa que un día le regaló. Tenía la habitación empapelada de él y sin embargo sentía su ausencia por todos los rincones. Fuera lloraba, y sin embargo, no era capaz de llorar ni una sola lágrima. Desde aquel día en el que se fue lo único que había hecho es sentarse a esperar. No sabía muy bien qué sólo esperaba, quizá una respuesta, quizá que volviera... O quizá simplemente es que no tenía ganas de hacer nada más. Y dedicó las horas a pensar y a recordar, desde el momento en el que le conoció no había estado triste nunca, se le había olvidado lo que era esa sensación, y por eso le costaba tanto romper a llorar.

Sólo quedaba una rosa. Parecía el final de un cuento de hadas. La última rosa del ramo, la superviviente. Y allí seguiría hasta que decidiese morir. No pensaba tirarla, no quería olvidarse de una de las mejores temporadas de su vida. La nostalgia y la melancolía la embargaban cada vez que miraba todo aquello, pero sabía que una vez lo superase, sonreiría cada vez que le viese en una foto o en un recuerdo.

Y así siguió mientras fuera aún llovía y él la observaba a través de la ventana desde la acera, empapándose de ella.

jueves, 12 de octubre de 2006

La pared

Corría, y mientras corría notaba cómo su mundo se iba derrumbando. Notaba cómo se iba rompiendo por dentro. Recordando momentos, lugares, caricias que quizás no significaran nada, pero que para ella lo fueron todo.

Corría, sin destino y sin comienzo. Sin una meta, sólo como un desahogo. Para liberar la rabia y no dejar salir las lágrimas. Intento fallido pues ahí estaban, rozando sus mejillas de la misma forma en que una vez lo hizo él. Cayendo hacia sus labios. Esas lágrimas eran parte de él. Ella misma era suya. Se había entregado en silencio a alguien que jamás se dió cuenta, o que quizás no quiso saberlo nunca.

Corría para no hundirse. Sentía que si paraba se hundiría, caería bajo el asfalto que golpeaban sus pies desnudos. Sabía que se daría contra una pared al darle todo, pero no tuvo el valor de pisar los frenos. Los sueños son dulces hasta que despiertas, y entonces te maldices por haberte quedado dormido.

Corría porque sabía que a partir de ahora todo cambiaría, y que su peor pesadilla se iba a hacer realidad.

Corría para no echarle de menos.

sábado, 23 de septiembre de 2006

Sin miedo a la gravedad

Una vez me dijeron que sería el amante perfecto. No es que sufra de falta de modestia, pero tiene razón. Lo sería si alguien me dejase, si alguien se ofreciese voluntario para ocupar un trocito de mi corazón, y no fuesen siempre extraños conocidos los que se cuelan sin pedir permiso ya que encontraron la llaven por casualidad, sin proponérselo, ocupando el hueco que otro merece.

Pero ni siquiera sé si alguien lo quiere en realidad o si sólo es el anhelo el que me hace continuar con la esperanza de que algún día aparecerás, quizás no tan perfecto como te soñé, no pido tanto. Me conformo con cariño, ni pasión, ni falsas promesas que lo único que consiguen es crear ilusiones que tropiezan y se rompen como cristales rotos y que quiebran mi reflejo al otro lado del espejo. Sólo cariño, no quiero más. Sentirme querido y guapo en todos los sentidos, sin pensar en finales, sin que existan finales. Como la primera vez.

Escribo ahogando palabras para no seguir sintiendo. Descifro las miradas buscando una respuesta, una señal que me permita reconocerte y no dejarte escapar. No me gustaría perder la oportunidad de que te fueras sin decir adiós, y menos aún sin decir hola.

La noche se me pasa, pero la luna se ve tan blanca que me hace creer en luz, sin pensar que no es más que otro engaño, otra ilusión de mi mente que amolda la realidad a lo que quiere que sea. Mi mente, la misma que me ha hecho saltar al vacío alguna vez. Yo, que sólo tengo miedo una vez no hay remedio.

martes, 19 de septiembre de 2006

Verano

Apenas quedan días de verano. Esta etapa se termina para comenzar otra que espero sea mejor en muchos sentidos. No sé si sería cínico por mi parte intentarlo, pero si tuviese que resumir estos últimos tres meses con una palabra, creo que sería paz. Me planteé muchos objetivos para cumplir este verano, parecidos a los propósitos que nos hacemos para el año que va a llegar y cosas por el estilo. Algunos se cumplieron, otros sólo en parte y muchos ni siquiera tuve la oportunidad de disfrutarlos. Pero el más importante de todos, el que me propuse cumplir pasase lo que pasase, lo he conseguido. Y estoy muy orgulloso de ello.

Quise cambiar durante una temporada de vida. Este año, o mejor dicho este curso, había sido el más jodido de mi vida por muchas razones que ahora no merece la pena comentar. Y decidí que en cuanto acabase dejaría de preocuparme tanto por todo y me centraría un poco más en mí, perdería algo de vergüenza en favor de libertad y gritaría más fuerte en vez de callarme y asentir.

Ahora miro atrás y me doy cuenta de que no ha sido tan difícil como creí en un primer momento. Aunque no quiero decir que fuese fácil. Fueron muchas las veces que me entraron ganas de llorar, de encerrarme en mi cuarto, de volver a involucrarme en los problemas de los demás y de dejarme arrastrar sin hacer nada por mí mismo. Pero mi voluntad venció esta vez, ya había tenido suficiente hasta el momento, algún día tendría que volver a caer, pero ese día todavía no había llegado.

Por supuesto que se han quedado muchas páginas en blanco. Capítulos que aún no se han escrito, y que no sé si se escribirán algún día.

Como recuerdo, una playa, la arena y toda la gente con la que he estado allí este verano. Las risas, y los buenos ratos en la piscina. Los paseos por Madrid. Las noches sin dormir. Todo. Pero siempre quedará un mensaje en la arena como carta sin destino.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Solitude

Miraban dede detrás del telón cómo se iba llenando el salón de actos. Era su primera actuación con tanto público, a pesar de que sólo entrarían unas doscientas personas en aquel espacio. Además, siempre habían tocado frente a amigos y familiares y no sabían si a todos aquellos desconocidos en su mayoría les gustaría lo que hacían.

Miraban también para saber dónde se estarían sentados todos aquellos que ya les habían escuchado, y que posiblemente estaban tan nerviosos como ellos, porque sabían que en ellos encontrarían una sonrisa tranquilizadora. Algo muy de agradecer en aquel momento.

Pero ella miraba algo más, la vocalista miraba sin encontrar a quien buscaba. Alguien que le prometió ir, aunque seguramente ni se dio cuenta de lo que decía ni de lo que podía significar aquella promesa para ella. Lo había decidido en ese momento. Le diría que le quería de la única forma en que podría atreverse. Pero todas estas ideas se desvanecían según pasaba el tiempo y el chico no aparecía. Su cara comenzó a curvarse de aquella forma tan carácterística que le daba un tono triste...perfecto para sus letras.

Decidió dejar de mirar en un inútil intento de quitárselo de la cabeza. Se metió en el lavabo, se lavó la cara con cuidado de que no se le corriese nada del poco maquillaje que llevaba, suspiró y volvió, deseando que empezara ya todo y se quitaran de en medio todas aquellas cosquillas que parecían recorrerle el estómago sin control ninguno. Volvió con el resto del grupo y por fin vio como todo el mundo se había sentado. Un amigo de todos fue el que subió a presentarlos, y entonces salieron por detrás de la cortina entre aplausos.

Todo fue bien, cantaron las canciones que tenían previstas desde el principio. Y el público no dejo de aplaudir y de animarse con cada nueva actuación. Ibán más o menos por la mitad del concierto cuando una de las puertas de entrada se abrió y po allí entró él. Ella le miró sin poder creérselo mientras él la saludó tímidamente desde el fondo de la sala. Entonces decidió poner en marcha su plan, se giró para hablar con el resto del grupo y les comentó que le apetecía cantar lo que habían estado ensayando los últimos días. Ya lo había dicho un par de días antes, pero tampoco insistió así que no le dieron importancia. Tras pensarlo un momento decidieron arriesgarse y hacerlo. Y comenzó la canción...

Le acababa de decir todo lo que sentía, fue al único al que miró durante toda la canción, y pareció darse cuenta de lo que le había querido decir. Ya que cuando terminó vio que la miraba con ojos interrogantes. Él miró al suelo, y salió por la misma puerta por la que había entrado hace apenas unos minutos. Y ella pensó que había cometido un error, que había sido estúpida al pensar que reaccionaría bien ante aquella declaración. Pero el show debía continuar y así fue.

Por fin terminaron y ella sólo deseaba volver a casa, meterse en la cama y olvidarse de todo. Tras unas cuantas felicitaciones a las que contestó con una falsa sonrisa, consiguió librarse del mundo y dirigirse hacia la salida. Y allí estaba él al otro lado de la puerta...

jueves, 7 de septiembre de 2006

Tourniquet

Abrió la puerta con un golpe del hombro. Se hizo daño, pero sabía que no podía detenerse, ya que ellos no lo harían. Subió corriendo las escaleras de incendio, tropezándose y ayudándose del posamanos para levantarse. Ya apenas sentía el agotamiento que la inundaba. Quedaban mucho pisos, demasiados compara dedicarse a pensar. Y tenía que llegar arriba antes que ellos.


Cuando llegaron a su piso lo encontraron todo perfectamente ordenado. Empezaron a buscar en todos lados algo que la implicase en aquel asunto, pero no encontraron nada. Cuando llegó el jefe de policía se fijó en algo que había sobre la mesita del salón. Una cinta de video, no tenía fecha ni título. La cogió con los guantes y la puso en el video que se encontraba en el mueble de debajo de la televisión. Allí estaba ella, todos callaron y prestaron toda su atención. Posiblemente en aquella cinta estuviese todo. Pero lo único que encontraron fue su despedida.


Por fin llegó a la azotea del enorme rascacielos. Sus perseguidores no parecían haberla encontrado todavía. Pensó nuevamente en lo que había venido a hacer allí. Miró al cielo, estaba despejado, azul como nunca. Durante un segundo le dió la sensación de que el sol había salido sólo para ella. Respiró profundamente y se decidió con paso decidido hacia el borde de la azotea. Estaba tan sumida en no sentir miedo porlo que iba a hacer que no se di cuenta del sonido de las aspas en movimiento de los helicópteros hasta que los tuvo a la vista. En ese momento, toda la concentración se esfumó y liberó su miedo, pero esta vez no a lo que iba a hacer, sino a lo que le podría ocurrir si la atrapaban.

Intentaba mirar hacia otro lado buscando una salida, pero el viento le echaba todo el pelo a la cara, lo que le hacía imposible ver bien. Desde el helicóptero llegaba una voz desde un megáfono que la insistía en que se entregase. Volvió hacia las escaleras de incendio, pero pudo oír como subían por allí. Venían a por ella y tenía que actuar ya o sería demasiado tarde.

Miró hacia el cielo con la esperanza de encontrar una señal, una respuesta para saber qué debía hacer, mientras una suave lágrima comenzó a deslizarse por su mejilla. Pero lo único que vió fue el comienzo de una nube formándose sobre su cabeza. Dirigió su vista primero hacia las escaleras que conducían a su prisión, y después hacia el helicóptera que parecía mirarla desafiante. Lo único que oía era su respiración y sus pensamientos, demasiado rápidos para entenderlos.

Miró hacia abajo en gesto de derrota. Agarró con la mano izquierda su colgante, lo único que la unía a su pasado. Y corrió hacia el borde del rascacielos. Sus ojos se iban nublando a causa de las lágrimas según se acercaba.

Finalmente saltó, sintió la ingravidez rodear su cuerpo. Pensó que ya no había vuelta atrás, y se sintió muerta mucho antes incluso de llegar al suelo. Pero no murió nunca. Nunca tocó el suelo. Apenas sus pies dejaron de sentir el suelo bajo ellos, la nube que se estaba formando sobre el edificio comenzó a descender como si hubiese un tornado. E iba directamente hacia ella hasta que la atrapó, y continúo descendiendo hasta tocar el suelo. Pero una vez hecho esto, se esfumó, desapareció como si nunca hubiese ocurrido, y junto al fenómeno desapareció la chica.

domingo, 3 de septiembre de 2006

Tormenta pasada




"Nadie es capaz de hablar honestamente de sus sufrimientos hasta que ha dejado de sentirlos."

Arthur Golden
Memorias de una geisha


Siempre he vivido con la sensación de que no puedo aspirar a más de lo que tengo. Bien porque no estoy en derecho de hacerlo, o bien porque según nos dictan las leyes de superviviencia debemos conformarnos con lo que tenemos. No estoy seguro, pero todo parece ser un círculo en el que según vas a llegar a la cumbre comienzas a bajar nuevamente, hasta tocar el fondo para volver a subir. De esta forma todo vuelve a su origen, sea pronto o tarde, todo vuelve a suceder de nuevo. Cambian las formas, las voces y las caras, pero la sensación permanece vuelta a vuelta.

Nunca me gustó quejarme de mi vida. Sé que he conseguido cosas con las que otros ni siquiera sueñan, y eso parece quitarme todo derecho de llanto. Pero cuanto más tienes más quieres, y esto no se extiende sólo a los bienes materiales, sino a la forma que toma el mundo que te rodea, la forma con el que te lo dan y la manera en que lo moldeas para hacerlo un poquito más soportable.

Tú ya has conseguido crearte una vida. Yo apenas he empezado con la mía. Apenas unos pocos cimientos que preparan mi futuro. Pero me entró envidia, o quizás más bien fue la avaricia la que me hizo querer meterme en tu vida. Quizás fue un error, quizás una forma de aprender. Eres demasiado grande para mí ahora. Yo no hago nada y tú lo haces todo, me siento casi como una hormiga a tu lado. Quizás sea hora de apartarme para evitar ser aplastado.


Justo cuando todo parecía ser perfecto.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Not gonna get us

Abrieron la última puerta que les separaba de su libertad.

Conocían aquel hangar de camiones porque el tío de ella la llevaba allí cuando aún ejercía la profesión. Se les ocurrió que aquello podría ser el final de su vida, el comienzo de todo. La alarma empezó a sonar, pero tampoco les preocupó mucho, aunque intentasen detenerlos, les resultaría complicado parar un gran camión cómo el que pensaba coger. Cogieron las llaves de la cabina del conserge y corrieron hacia la inmensa móvil que les ayudaría a escapar. Se le cayó la llave cuando intentó meterla por la cerradura. La verdad es que desde el principio estuvieron demasiado nerviosos como para conseguirlo, pero también estaban demasiado decididos como para no intentarlo. Por fin consiguió abrir la puerta, la ayudó a subir, pues aunque no era una chica especialmente bajita, el camión sí que era demasiado alto para ella. Una vez dentro, intentó hacer un repaso a lo poco que sabía de conducción. Metió la llave y las luces se encendieron. Metió la primera y pisó el acelerador con todas sus fuerzas. Esperaba que la valla que la puerta del hangar no fuese muy sólida o se estamparían contra ella. Cerraron los ojos antes de darse contra ella, a la vez que se cogían la mano, y aguantaron la respiración hasta que por fin se vieron fuera de aquel lugar.

La nieve caía y helaba la carretera, lo que hacía aún más peligroso su viaje. Pero no podían parar, no ahora. Tenían que llegar más lejos, sentirse a salvo. Él estaba despejado, pero pudo ver el cansancio en los ojos de la chica que le acompañaba. La conocía bien, y podía ver en ella todo lo que podía querer de alguien. Asintió cuando le miró, y ella comprendió que no le importaba que se durmiese. Era curioso cómo habían llegado a saber lo que pensaban sin necesidad de palabras, eso lo hacía todo mucho más fácil.

Siguió conduciendo durante interminables kilómetros. Los bosques blancos rodeaban la carretera y le daban una sensación de tranquilidad, de calma después de la tormenta...o antes. Decidió poner la radio lo suficientemente alta para no dormirse, pero lo bastante bajita para no despertarla. Pero le salió el tiro por la culata, pues en cuanto pulsó el botón empezó a sonar a máximo volúmen. Comenzó a bajarlo frenéticamente, pero ya era demasiado tarde, se había despertado. Preguntó cuánto tiempo había dormido y él le contestó que no el suficiente.

Continuaron en silencio, de vez en cuando una mirada, una caricia...y la carretera delante de ellos. La música paró bruscamente en la radio. Dieron el comunicado de dos jóvenes que habían robado un camión y destrozado mobiliario urbano. No era tanto el robo el problema en sí, como el hecho de que ninguno de los jóvenes tenía siquiera el carnet de conducir y que el camión en el que iban transportaba gasolina. Nervioso por la noticia comenzó a acelerar. Tanto que estuvo a punto de golpearse contra otro camión que salía del bosque y transportaba troncos. Por desgracia, el conductor del mismo, acababa de oír la noticia también y no tardó en llamar a la policía.

No tardaron mucho en empezar a oir el sonido de un helicóptero a su alrededor. Ella le agarró fuerte del brazo mientras él aceleraba en un intento desesperado por huir. Finalmente, el frío y la velocidad pudieron con ellos. El camión comenzó a derrapar y la cabina se dió contra los árboles que se agolpaban en el borde de la calzada. Sabían lo que tenían que hacer si ocurría esto, ya lo habían hablado, pero aún así no pudieron resistirse a sus instintos. Debían separarse para tener más posibilidades, pero no pudieron hacerlo. Comenzaron a correr ladera abajo a través del denso bosque, aunque sabían que sus esperanzas eran mínimas no podían dejar de correr. Ella cayó exhausta sobre la nieve y él la ayudó a levantarse. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, lágrimas que no llegaron a caer debido posiblemente al frío.

Y corrieron más y más, sin saber hacia donde se dirigían. Sus fuerzas empezaron a decaer y no tardaron en oír los pasos y los gritos de los que los perseguían. Ahora no había vuelta atrás, pero al menos habían hecho lo imposible por poder estar el uno con el otro.

Acabaron por alcanzarlos y ambos patalearon, y golpearon tanto como pudieron. Pero todo fue inútil. Se los llevaron. Y a cada uno por separado.

miércoles, 30 de agosto de 2006

Tu silencio

No entiendo por qué tu silencio me afecta tanto. Si me hablas me intimido, pero cuando no lo haces siento frío ya que tengo la sensación de que me has dejado sin más, perdiendo el calor que me dabas, por poco (más bien poquísimo) que fuese. Pero tus silencios siempre dicen la verdad. "Dicen más los actos inconscientes que las palabras mejor pensadas." No me cuentas qué pasa, pero lo haces evidente a mis ojos.

Sigues tejiendo sobre la red en la que me atrapaste. Dibujas nubes a las que yo doy forma, sueños de los que tú eres parte. Pero no son para mí, sino para ti. Quizás sean los mismos, con caras diferentes, pero nunca compartidos. Y sigues tejiendo tu historia en esa red en la que alguna vez me atrapaste para después abandonarme a la suerte y la desesperación.

Tu historia y la mía siempre estuvieron separadas. Y nunca pretendiste juntarlas. Te gusta que las cosas estén como tú crees que deben estar, a pesar de que esa no sea la mejor opción. Pero las historias se acaban, y se suelen olvidar. Sin embargo, recuerdo cada latido que he pasado hablando contigo. Casi como si fueras mío. Una lucha que estoy deseando tener el valor de abandonar.

viernes, 25 de agosto de 2006

As de corazones

Pensé que me querías, pensé que me odiabas, pensé que me temías y después que daba igual. Pensé tantas cosas. Pensé que no era yo, pensé que no eras tú, creí en tus excusas, pensé que fue tu razón. Supe que me daba igual, que no te podía dejar, al contrario que tú a mí. Siempre fuiste así. Debí verlo venir. Pensé y pensé y no supe qué hacer. Pregunté y pedí consejos, te hablé y nada resolvió mis dudas. Y llegué a la conclusión de que no querías lo que deseabas, no ahora, no así. Las malas experiencias acabaron con tus ganas sin saber que podría estar al otro lado de la puerta. Ahora quieres algo que no quieres que yo te de, por que lo que quieres de mí es algo más, aunque aún no sabes qué.

Eres mi espina clavada que no me quiero quitar. Lo pensé a menudo, pero nunca me atreví realmente. Mentira, una vez lo intenté, pero entonces preguntaste, y yo exploté entre lágrimas esperando que no me vieras como un niñato enamoradizo. Aunque quizá eso sea lo que soy.

Me dijiste con cariño que me querías, y que por eso no querías hacerme daño. Que no estabas preparado para lo que yo quería darte. No sé si algún día lo estarás, pero mi paciencia no es eterna. Creí que hicieses lo que hicieses yo acabaría cayendo a tus pies, pero ahora no estoy tan seguro. Ahora me daría la vuelta y saldría por la misma puerta que tantas veces he golpeado, dejándome los nudillos ensangrentados.


Eres mi pasión y mi desesperación. Tienes miedo de probarme y no querer nada más. Tengo miedo de que nunca venzas esa estúpida sensación. Siempre te vi capaz de arriesgar y jugártela a la última carta. Quizás saques el as de corazones.

miércoles, 16 de agosto de 2006

Demasiado real



"Follemos, brindemos, vayámonos de paseo, démonos la mano, cógeme por el cuello, y deja que te persiga si quieres, pero... no nos enamoremos... Por favor..."


Juntos, nada más
Anna Gavalda



Es curiosa la manía que tiene el ser humano de intentar racionalizar todo lo que le rodea, posiblemente con el propósito de controlarlo todo, tal es el miedo que tenemos a la libertad. El miedo más irracional de todos, porque a pesar de que es lo que más ansiamos y deseamos, nos esforzamos en limitarnos nostros mismos, poniendo techo a la felicidad. "Demasiado bueno para ser cierto". "Demasiado real para ser bueno".

Sin embargo, nos dedicamos a fantasear con lo que ocurriría si dijésemos todo lo que queremos decir, e hiciésemos lo que en cualquier momento nos diese la gana. Posiblemente recibiésemos más golpes, pero también serían menos fuertes y más didácticos, ya que al menos tendríamos el consuelo de haberlo intentado.

Y jugamos a discernir entre el mal y el bien, sin saber siquiera cuál es su significado. ¿Está mal seguir pensando en ti dadas las circunstancias? ¿Está bien disfrutar de lo que tienes sabiendo que en realidad quieres más? Y, ¿si me rindiese...estaría mal o bien? No hay respuestas a todas las preguntas, de la misma manera que tú nunca serás mi respuesta por muchas veces que te vea cruzar la puerta que une los deseos y los sueños.

Ya he dejado de preguntarme qué eres para mí. Y hace tiempo que dejé de preguntarme qué soy para ti. No sé si resolvería mis dudas, no sé si mejoraría la situación, no sé si quiero saberlo. Ahora lo que quiero es no sentir lo que más anhelo, en un esfuerzo inútil que seguramente me costará más de una lágrima. Pero no puedo permitírmelo, el amor es un lujo fuera de mi alcance. Sólo cariño, eso es todo lo que pido. Y temo que quien me lo de busque en mí su respuesta.

lunes, 14 de agosto de 2006

Shakes

A veces no nos damos cuenta de lo que echamos de menos a una persona hasta que vuelve a estar a nuestro lado. Entonces empezamos a notar cómo las horas y los días pasan más deprisa cuando estamos juntos. Quizás se pudiera escribir una nueva ley física sobre esto, diría algo así: el tiempo que rodea a uno o varios individuos corre a una velocidad directamente proporcional a la complicidad de las personas o al conjunto de actos que se suceden (o bien se sufren) en él. Sin ni siquiera pensar que se pueda depender, o quizás tan sólo necesitar, de alguien sin tener la más remota idea de que así es. Te das cuenta de repente, cuando ves que los minutos antes ausentes se llenan de la presencia de alguien que quieres que los llene y que quiere llenarlos. Alguien que estuvo siempre ahí y sabes que siempre seguirá para tenderte la mano cuando te caigas, o quizás tirarte de vez en cuando si te ves más alto de lo que realmente estás.

Complicidad. En eso se resume toda relación. Sea el tipo de amistad o compañerismo que sea, al final lo que permite o no que sigan adelante es la complicidad. Distinguir cualquier mirada, reírse sin haber dicho nada, ofrecer el hombro cuando aún no han salido las lágrimas, o compartir secretos en los momentos menos débiles. Todo es díficil por separado y prácticamente imposible en conjunto.

Pero en estos juegos de sentimientos todo vale, y suele ocurrir que el mínimo detalle consigue más que los grandes regalos. Es en estos momentos cuando se expone el máximo egoísmo humano, dar sin esperar recibir; pues lo que se espera no es más que haber conseguido una sonrisa en la cara de quién más la merece, una satisfacción personal que no es equiparable a nada que haya conocido antes. El placer de haberte hecho feliz.

Y aunque a veces el miedo pueda conmigo, sé que ahuyentarás todas mis pesadillas...

miércoles, 2 de agosto de 2006

Joclon

Hoy el destino me ha dado una grata sorpresa. Los reencuentros siempre son buenos y más si se dan con alguien a quien se echaba de menos. Y no sé si lo tendrías planeado desde el principio o lo decidiste hace cuatro días. Pero me ha alegrado saber que yo seguía apareciendo de vez en cuando por tu memoria y de que a pesar de que estuviesemos a cientos de kilómetros de distancia, algó seguía uniéndonos de algún modo. No quería creer y no lo hice, y no me equivoqué al no hacerlo. Eres una de las primeras pruebas de que las cosas pueden mejorar aunque a veces parece que no es así.

Y no te guardo rencor. No sé si yo hubiese hecho lo mismo, porque no conozco tu situación, pero no creo que desaparecieses sin razones, y ahora sé que tampoco desapareciste por mi culpa (admito que esa sí que fue una duda que rondó por mi cabeza). Pero bueno, nada de eso, ni de aquello, ni de lo de más allá. Ahora da igual, la verdad. Y es raro, generalmente hubiese pasado de alguien que me hubiese hecho algo así. De hecho me habría incluso vengado (ya buscaría la forma), pero ahora creo que no me merece la pena. No ganaría nada y posiblemente perdería mucho.


Y últimamente no quiero perder, no quiero perderme. Quiero ganar, ampliar mi mundo y mi forma de verlo. Y no se ha enfriado nuestra relación, o al menos eso creo. Me diste las gracias por ayudarte, y yo te las doy por hacerme saber que te ayudé. Espero que ahora las cosas mejoren en tu vidilla y que no vuelas a irte de viaje sin avisar.


lunes, 24 de julio de 2006

Agua

Siempre quise tener una piscina durante el verano. Y ahora que por fin la tengo la disfruto con precaución, temiendo cansarme de ella si la uso demasiado. Como suele decirse "lo bueno, si es breve, dos veces bueno". Así que siempre que pueda y haga sol, me bajo, me doy un chapuzón y me tiro al sol mientras escucho música y dejo que los rayos mantengan mi moreno playero durante media hora. Y después, otra vez a casa.

Y no sé muy bien por qué, la verdad, pero es que el agua tiene un efecto relajante en mí. Me calma (o atonta, dependiendo de cómo se mire) casi tanto como la noche. Pero
es completamente distinto, aunque tampoco sé bien en qué consiste esa diferencia. El caso es que cuanto más profundo, mejor me siento. Buceo hasta que no me queda más remedio que salir para respirar. Y nado enérgicamente, como si esperase encontrar algo al otro lado de la piscina, algo que no sé bien que es, pero que siempre busco.

A veces incluso me imagino que está ahí. "Voy nadando a mariposa entre tus brazos". Casi como haciendo el amor. Casi. Y nado y no paro hasta que mis brazos se cansan y trago tanta agua que mis pulmones se encharcan, perdiendo de nuevo un poquito de mí por las ganas que tengo de ti.

Se me arrugan los dedos... ¿Estará igual mi corazón?


miércoles, 19 de julio de 2006

¿Confías en mí? ~ Un mundo ideal

"¿Confías en mí?" le dijo mientras le tendía la mano desde su alfombra voladora. Ella dudó un instante, ya había visto ese gesto antes, pero al mirarle a los ojos se dio cuenta de que podría entregarle su vida a aquel príncipe.


Yo te quiero enseñar
Un fantástico mundo
Ven, princesa
Y deja a tu corazón soñar

Yo te puedo mostrar
Cosas maravillosas
Ven, princesa
Y déjate llevar a un mundo ideal

Un mundo ideal
Un mundo en el que tú y yo
Podamos decidir cómo vivir
Sin nadie que lo impida

Un mundo ideal
Que nunca pude imaginar
Donde ya comprendí que junto a ti
El mundo es un lugar para soñar

Fabulosa visión
Sentimiento divino
Voy volando contigo
Hacia un nuevo amanecer

Un mundo ideal (Mira bien lo que hay)
Ahí mil cosas voy a ver (Conteniendo el aliento)
Soy como un haz de luz que lejos va
Y nunca más podrá volver atrás

Un mundo ideal (Cada vuelta es sorpresa)
Un horizonte a descubrir (Cada instante es un sueño)
Un mundo para ti, para los dos
Llévame a dónde sueñes tú

Un mundo ideal
Que compartir
Que alcanzar (Que contemplar)
Tú junto a mí...

jueves, 13 de julio de 2006

Abrazos


"No te rayes
deja que tus dedos digan
que tus oídos disfruten
y que tu cabeza se deje llevar
así, si todo es un malentendido
o si la aventura es corta
la disfrutarás mucho más"


Andreita
Sabios consejos en la traquilidad de la noche que recuerdan abrazos del pasado. Abrazos que provocan más abrazos y cariño de tamaño XXL. Me disgusta pensar que creyeses que el tiempo me haría distanciarme de ti. Aunque las conversaciones no hayan sido tan continuadas, aunque algunas bromas ya queden demasiado lejos como para recordarlas, siempre recordaré cómo me tendiste la mano hace mucho tiempo, primero como un personaje completamente anónimo, después logrando convertirte en mi inigualable Andreita.

Eres parte de lo que yo busco ser como persona. Tienes una sensibilidad especial que te hace hablar en el momento adecuado y con las palabras idóneas. Me diste ánimos en su momento, y lo sigues haciendo. No hay recompensa para todo esto, ni creo que la busques; pero sí hay agradecimiento. Gracias por todo el tiempo no desperdiciado. Gracias por todos los buenos consejos. Gracias por tu contagioso entusiasmo. Gracias por tus inagotables ánimos.

Gracias, en definitiva, por estar ahí. Una vez más, y nunca la última, permites que abra la puerta de mis sueños, sin temores, sin el miedo del "¿qué ocurrirá después?". Espero que disfrutes de esta noche y que hoy más que nunca te dejes llevar...al igual que yo...

Gracias por tus abrazos, gracias por mis abrazos, gracias por nuestros abrazos

martes, 11 de julio de 2006

Significado

Gethsemane: Olivar, memorable como lugar de la oración de Cristo antes de su pasión, situado al E. de Jerusalén, al otro lado del Cedrón y al pie del monte Olivete.

Este es el significado del nombre de este blog. Por si alguien lo quiere comprobar, que lo busque por Gethsemaní que es lo mismo sólo que castellanizado. Pero no es por este significado por el que decidí nombrarlo así, aunque es una de las razones, no es la más importante. Podría pensarse así que lo hice por que consideraba a este sitio un lugar en el que dejar todas mis esperanzas, mis sueños y deseos. Cosa que espero hacer, pero no es esa la razón, porque entonces también habría implicado su lado teológico, y todo elq ue me conoces sabe que aunque me considero agnóstico, en realidad creo que si me encontrase con Dios cara a cara por lo menos se llevaba una buena hostia. Pero bueno, mis crítcas contra la Iglesia las dejo para otro día, que no es el tema de hoy.

La otra razón (y la principal) por la que decidí ponerlo es porque es el título de una de mis canciones preferidas de Nightwish. Quizás no guste al principio (a mí tampoco me gustó), pero después de ver la letra y escuchar con más atención (sobre todo el final) me enamoré de esa canción. Y es que con frases como "Otra Bella amada por una Bestia, otro cuento de sueños infinitos.", "Solo en este jardín de dolor.", "Lloro por tener lo que temo perder.", o mi favorita: "Sin ti, la poesía que hay dentro de mí muere." esta canción ha llegado profundamente a mí...


domingo, 9 de julio de 2006

Mi nombre en un grano de arroz

Y resultó que no todo fue como esperaba... Pero haciendo caso omiso de lo que dictan las leyes sociales, he preferido, por esta vez, no dejar que nada me joda este verano, ya que espero que sea el mejor de mi vida (o por lo menos de lo que llevo de vida), algo que estoy consiguiendo, por el momento.

Y entre malas caras y críticas, prefiero recordar las risas en la playa, las vistas desde la arena y los bailes entre las luces frenéticas de los pocos pubs en los que estuvimos. Porque han ocurrido muchas cosas: desde mi primer piropo anónimo (una chica desde un coche me gritó guapo mientras promocionaba el concierto de Merche que, por cierto, anunciaban en todos lados hasta límites cansinos), hasta "una vieja que casi se nos muere" en el autobús de regreso a casa.

No son cosas importantes, pero eso no quita que sean inolvidables. El papagayo con sus tatuados hombres, Ximo y el Guinness, la paella del último día, papá y mamá Cucaracha y sus cucarachitas (nuestras compañeras de piso), las pinzas caídas desde el piso 15, las pelotas en la carretera mientras jugábamos a las palas, las preguntas pasada la medianoche ("¿Sois de España?" "Yes."), los helados "de verano", las comidas de Alba, los relaciones públicas con poca memoria, todo...

Y aunque son muchas las fotos, los pases, los mapas y demás cosas que nos pueden recordar que estuvimos allí, yo siempre llevaré algo que me traslade en el tiempo hasta ese momento: mi nombre en un grano de arroz.