lunes, 24 de julio de 2006

Agua

Siempre quise tener una piscina durante el verano. Y ahora que por fin la tengo la disfruto con precaución, temiendo cansarme de ella si la uso demasiado. Como suele decirse "lo bueno, si es breve, dos veces bueno". Así que siempre que pueda y haga sol, me bajo, me doy un chapuzón y me tiro al sol mientras escucho música y dejo que los rayos mantengan mi moreno playero durante media hora. Y después, otra vez a casa.

Y no sé muy bien por qué, la verdad, pero es que el agua tiene un efecto relajante en mí. Me calma (o atonta, dependiendo de cómo se mire) casi tanto como la noche. Pero
es completamente distinto, aunque tampoco sé bien en qué consiste esa diferencia. El caso es que cuanto más profundo, mejor me siento. Buceo hasta que no me queda más remedio que salir para respirar. Y nado enérgicamente, como si esperase encontrar algo al otro lado de la piscina, algo que no sé bien que es, pero que siempre busco.

A veces incluso me imagino que está ahí. "Voy nadando a mariposa entre tus brazos". Casi como haciendo el amor. Casi. Y nado y no paro hasta que mis brazos se cansan y trago tanta agua que mis pulmones se encharcan, perdiendo de nuevo un poquito de mí por las ganas que tengo de ti.

Se me arrugan los dedos... ¿Estará igual mi corazón?


1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu corazon no esta arrugado, solo falta refinarlo un poco jeje, que te dejes llevar un poco por aquel que te lo robó. Porque solo asi serás feliz. Saludos.