Abrieron la última puerta que les separaba de su libertad.
Conocían aquel hangar de camiones porque el tío de ella la llevaba allí cuando aún ejercía la profesión. Se les ocurrió que aquello podría ser el final de su vida, el comienzo de todo. La alarma empezó a sonar, pero tampoco les preocupó mucho, aunque intentasen detenerlos, les resultaría complicado parar un gran camión cómo el que pensaba coger. Cogieron las llaves de la cabina del conserge y corrieron hacia la inmensa móvil que les ayudaría a escapar. Se le cayó la llave cuando intentó meterla por la cerradura. La verdad es que desde el principio estuvieron demasiado nerviosos como para conseguirlo, pero también estaban demasiado decididos como para no intentarlo. Por fin consiguió abrir la puerta, la ayudó a subir, pues aunque no era una chica especialmente bajita, el camión sí que era demasiado alto para ella. Una vez dentro, intentó hacer un repaso a lo poco que sabía de conducción. Metió la llave y las luces se encendieron. Metió la primera y pisó el acelerador con todas sus fuerzas. Esperaba que la valla que la puerta del hangar no fuese muy sólida o se estamparían contra ella. Cerraron los ojos antes de darse contra ella, a la vez que se cogían la mano, y aguantaron la respiración hasta que por fin se vieron fuera de aquel lugar.
La nieve caía y helaba la carretera, lo que hacía aún más peligroso su viaje. Pero no podían parar, no ahora. Tenían que llegar más lejos, sentirse a salvo. Él estaba despejado, pero pudo ver el cansancio en los ojos de la chica que le acompañaba. La conocía bien, y podía ver en ella todo lo que podía querer de alguien. Asintió cuando le miró, y ella comprendió que no le importaba que se durmiese. Era curioso cómo habían llegado a saber lo que pensaban sin necesidad de palabras, eso lo hacía todo mucho más fácil.
Siguió conduciendo durante interminables kilómetros. Los bosques blancos rodeaban la carretera y le daban una sensación de tranquilidad, de calma después de la tormenta...o antes. Decidió poner la radio lo suficientemente alta para no dormirse, pero lo bastante bajita para no despertarla. Pero le salió el tiro por la culata, pues en cuanto pulsó el botón empezó a sonar a máximo volúmen. Comenzó a bajarlo frenéticamente, pero ya era demasiado tarde, se había despertado. Preguntó cuánto tiempo había dormido y él le contestó que no el suficiente.
Continuaron en silencio, de vez en cuando una mirada, una caricia...y la carretera delante de ellos. La música paró bruscamente en la radio. Dieron el comunicado de dos jóvenes que habían robado un camión y destrozado mobiliario urbano. No era tanto el robo el problema en sí, como el hecho de que ninguno de los jóvenes tenía siquiera el carnet de conducir y que el camión en el que iban transportaba gasolina. Nervioso por la noticia comenzó a acelerar. Tanto que estuvo a punto de golpearse contra otro camión que salía del bosque y transportaba troncos. Por desgracia, el conductor del mismo, acababa de oír la noticia también y no tardó en llamar a la policía.
No tardaron mucho en empezar a oir el sonido de un helicóptero a su alrededor. Ella le agarró fuerte del brazo mientras él aceleraba en un intento desesperado por huir. Finalmente, el frío y la velocidad pudieron con ellos. El camión comenzó a derrapar y la cabina se dió contra los árboles que se agolpaban en el borde de la calzada. Sabían lo que tenían que hacer si ocurría esto, ya lo habían hablado, pero aún así no pudieron resistirse a sus instintos. Debían separarse para tener más posibilidades, pero no pudieron hacerlo. Comenzaron a correr ladera abajo a través del denso bosque, aunque sabían que sus esperanzas eran mínimas no podían dejar de correr. Ella cayó exhausta sobre la nieve y él la ayudó a levantarse. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, lágrimas que no llegaron a caer debido posiblemente al frío.
Y corrieron más y más, sin saber hacia donde se dirigían. Sus fuerzas empezaron a decaer y no tardaron en oír los pasos y los gritos de los que los perseguían. Ahora no había vuelta atrás, pero al menos habían hecho lo imposible por poder estar el uno con el otro.
Acabaron por alcanzarlos y ambos patalearon, y golpearon tanto como pudieron. Pero todo fue inútil. Se los llevaron. Y a cada uno por separado.

La nieve caía y helaba la carretera, lo que hacía aún más peligroso su viaje. Pero no podían parar, no ahora. Tenían que llegar más lejos, sentirse a salvo. Él estaba despejado, pero pudo ver el cansancio en los ojos de la chica que le acompañaba. La conocía bien, y podía ver en ella todo lo que podía querer de alguien. Asintió cuando le miró, y ella comprendió que no le importaba que se durmiese. Era curioso cómo habían llegado a saber lo que pensaban sin necesidad de palabras, eso lo hacía todo mucho más fácil.
Siguió conduciendo durante interminables kilómetros. Los bosques blancos rodeaban la carretera y le daban una sensación de tranquilidad, de calma después de la tormenta...o antes. Decidió poner la radio lo suficientemente alta para no dormirse, pero lo bastante bajita para no despertarla. Pero le salió el tiro por la culata, pues en cuanto pulsó el botón empezó a sonar a máximo volúmen. Comenzó a bajarlo frenéticamente, pero ya era demasiado tarde, se había despertado. Preguntó cuánto tiempo había dormido y él le contestó que no el suficiente.
Continuaron en silencio, de vez en cuando una mirada, una caricia...y la carretera delante de ellos. La música paró bruscamente en la radio. Dieron el comunicado de dos jóvenes que habían robado un camión y destrozado mobiliario urbano. No era tanto el robo el problema en sí, como el hecho de que ninguno de los jóvenes tenía siquiera el carnet de conducir y que el camión en el que iban transportaba gasolina. Nervioso por la noticia comenzó a acelerar. Tanto que estuvo a punto de golpearse contra otro camión que salía del bosque y transportaba troncos. Por desgracia, el conductor del mismo, acababa de oír la noticia también y no tardó en llamar a la policía.

Y corrieron más y más, sin saber hacia donde se dirigían. Sus fuerzas empezaron a decaer y no tardaron en oír los pasos y los gritos de los que los perseguían. Ahora no había vuelta atrás, pero al menos habían hecho lo imposible por poder estar el uno con el otro.
Acabaron por alcanzarlos y ambos patalearon, y golpearon tanto como pudieron. Pero todo fue inútil. Se los llevaron. Y a cada uno por separado.
1 comentario:
ke bonitas letras, voluntad o destino, lo escuche en el momento oportuno para estar feliz con la realidad.
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