sábado, 23 de septiembre de 2006

Sin miedo a la gravedad

Una vez me dijeron que sería el amante perfecto. No es que sufra de falta de modestia, pero tiene razón. Lo sería si alguien me dejase, si alguien se ofreciese voluntario para ocupar un trocito de mi corazón, y no fuesen siempre extraños conocidos los que se cuelan sin pedir permiso ya que encontraron la llaven por casualidad, sin proponérselo, ocupando el hueco que otro merece.

Pero ni siquiera sé si alguien lo quiere en realidad o si sólo es el anhelo el que me hace continuar con la esperanza de que algún día aparecerás, quizás no tan perfecto como te soñé, no pido tanto. Me conformo con cariño, ni pasión, ni falsas promesas que lo único que consiguen es crear ilusiones que tropiezan y se rompen como cristales rotos y que quiebran mi reflejo al otro lado del espejo. Sólo cariño, no quiero más. Sentirme querido y guapo en todos los sentidos, sin pensar en finales, sin que existan finales. Como la primera vez.

Escribo ahogando palabras para no seguir sintiendo. Descifro las miradas buscando una respuesta, una señal que me permita reconocerte y no dejarte escapar. No me gustaría perder la oportunidad de que te fueras sin decir adiós, y menos aún sin decir hola.

La noche se me pasa, pero la luna se ve tan blanca que me hace creer en luz, sin pensar que no es más que otro engaño, otra ilusión de mi mente que amolda la realidad a lo que quiere que sea. Mi mente, la misma que me ha hecho saltar al vacío alguna vez. Yo, que sólo tengo miedo una vez no hay remedio.

martes, 19 de septiembre de 2006

Verano

Apenas quedan días de verano. Esta etapa se termina para comenzar otra que espero sea mejor en muchos sentidos. No sé si sería cínico por mi parte intentarlo, pero si tuviese que resumir estos últimos tres meses con una palabra, creo que sería paz. Me planteé muchos objetivos para cumplir este verano, parecidos a los propósitos que nos hacemos para el año que va a llegar y cosas por el estilo. Algunos se cumplieron, otros sólo en parte y muchos ni siquiera tuve la oportunidad de disfrutarlos. Pero el más importante de todos, el que me propuse cumplir pasase lo que pasase, lo he conseguido. Y estoy muy orgulloso de ello.

Quise cambiar durante una temporada de vida. Este año, o mejor dicho este curso, había sido el más jodido de mi vida por muchas razones que ahora no merece la pena comentar. Y decidí que en cuanto acabase dejaría de preocuparme tanto por todo y me centraría un poco más en mí, perdería algo de vergüenza en favor de libertad y gritaría más fuerte en vez de callarme y asentir.

Ahora miro atrás y me doy cuenta de que no ha sido tan difícil como creí en un primer momento. Aunque no quiero decir que fuese fácil. Fueron muchas las veces que me entraron ganas de llorar, de encerrarme en mi cuarto, de volver a involucrarme en los problemas de los demás y de dejarme arrastrar sin hacer nada por mí mismo. Pero mi voluntad venció esta vez, ya había tenido suficiente hasta el momento, algún día tendría que volver a caer, pero ese día todavía no había llegado.

Por supuesto que se han quedado muchas páginas en blanco. Capítulos que aún no se han escrito, y que no sé si se escribirán algún día.

Como recuerdo, una playa, la arena y toda la gente con la que he estado allí este verano. Las risas, y los buenos ratos en la piscina. Los paseos por Madrid. Las noches sin dormir. Todo. Pero siempre quedará un mensaje en la arena como carta sin destino.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Solitude

Miraban dede detrás del telón cómo se iba llenando el salón de actos. Era su primera actuación con tanto público, a pesar de que sólo entrarían unas doscientas personas en aquel espacio. Además, siempre habían tocado frente a amigos y familiares y no sabían si a todos aquellos desconocidos en su mayoría les gustaría lo que hacían.

Miraban también para saber dónde se estarían sentados todos aquellos que ya les habían escuchado, y que posiblemente estaban tan nerviosos como ellos, porque sabían que en ellos encontrarían una sonrisa tranquilizadora. Algo muy de agradecer en aquel momento.

Pero ella miraba algo más, la vocalista miraba sin encontrar a quien buscaba. Alguien que le prometió ir, aunque seguramente ni se dio cuenta de lo que decía ni de lo que podía significar aquella promesa para ella. Lo había decidido en ese momento. Le diría que le quería de la única forma en que podría atreverse. Pero todas estas ideas se desvanecían según pasaba el tiempo y el chico no aparecía. Su cara comenzó a curvarse de aquella forma tan carácterística que le daba un tono triste...perfecto para sus letras.

Decidió dejar de mirar en un inútil intento de quitárselo de la cabeza. Se metió en el lavabo, se lavó la cara con cuidado de que no se le corriese nada del poco maquillaje que llevaba, suspiró y volvió, deseando que empezara ya todo y se quitaran de en medio todas aquellas cosquillas que parecían recorrerle el estómago sin control ninguno. Volvió con el resto del grupo y por fin vio como todo el mundo se había sentado. Un amigo de todos fue el que subió a presentarlos, y entonces salieron por detrás de la cortina entre aplausos.

Todo fue bien, cantaron las canciones que tenían previstas desde el principio. Y el público no dejo de aplaudir y de animarse con cada nueva actuación. Ibán más o menos por la mitad del concierto cuando una de las puertas de entrada se abrió y po allí entró él. Ella le miró sin poder creérselo mientras él la saludó tímidamente desde el fondo de la sala. Entonces decidió poner en marcha su plan, se giró para hablar con el resto del grupo y les comentó que le apetecía cantar lo que habían estado ensayando los últimos días. Ya lo había dicho un par de días antes, pero tampoco insistió así que no le dieron importancia. Tras pensarlo un momento decidieron arriesgarse y hacerlo. Y comenzó la canción...

Le acababa de decir todo lo que sentía, fue al único al que miró durante toda la canción, y pareció darse cuenta de lo que le había querido decir. Ya que cuando terminó vio que la miraba con ojos interrogantes. Él miró al suelo, y salió por la misma puerta por la que había entrado hace apenas unos minutos. Y ella pensó que había cometido un error, que había sido estúpida al pensar que reaccionaría bien ante aquella declaración. Pero el show debía continuar y así fue.

Por fin terminaron y ella sólo deseaba volver a casa, meterse en la cama y olvidarse de todo. Tras unas cuantas felicitaciones a las que contestó con una falsa sonrisa, consiguió librarse del mundo y dirigirse hacia la salida. Y allí estaba él al otro lado de la puerta...

jueves, 7 de septiembre de 2006

Tourniquet

Abrió la puerta con un golpe del hombro. Se hizo daño, pero sabía que no podía detenerse, ya que ellos no lo harían. Subió corriendo las escaleras de incendio, tropezándose y ayudándose del posamanos para levantarse. Ya apenas sentía el agotamiento que la inundaba. Quedaban mucho pisos, demasiados compara dedicarse a pensar. Y tenía que llegar arriba antes que ellos.


Cuando llegaron a su piso lo encontraron todo perfectamente ordenado. Empezaron a buscar en todos lados algo que la implicase en aquel asunto, pero no encontraron nada. Cuando llegó el jefe de policía se fijó en algo que había sobre la mesita del salón. Una cinta de video, no tenía fecha ni título. La cogió con los guantes y la puso en el video que se encontraba en el mueble de debajo de la televisión. Allí estaba ella, todos callaron y prestaron toda su atención. Posiblemente en aquella cinta estuviese todo. Pero lo único que encontraron fue su despedida.


Por fin llegó a la azotea del enorme rascacielos. Sus perseguidores no parecían haberla encontrado todavía. Pensó nuevamente en lo que había venido a hacer allí. Miró al cielo, estaba despejado, azul como nunca. Durante un segundo le dió la sensación de que el sol había salido sólo para ella. Respiró profundamente y se decidió con paso decidido hacia el borde de la azotea. Estaba tan sumida en no sentir miedo porlo que iba a hacer que no se di cuenta del sonido de las aspas en movimiento de los helicópteros hasta que los tuvo a la vista. En ese momento, toda la concentración se esfumó y liberó su miedo, pero esta vez no a lo que iba a hacer, sino a lo que le podría ocurrir si la atrapaban.

Intentaba mirar hacia otro lado buscando una salida, pero el viento le echaba todo el pelo a la cara, lo que le hacía imposible ver bien. Desde el helicóptero llegaba una voz desde un megáfono que la insistía en que se entregase. Volvió hacia las escaleras de incendio, pero pudo oír como subían por allí. Venían a por ella y tenía que actuar ya o sería demasiado tarde.

Miró hacia el cielo con la esperanza de encontrar una señal, una respuesta para saber qué debía hacer, mientras una suave lágrima comenzó a deslizarse por su mejilla. Pero lo único que vió fue el comienzo de una nube formándose sobre su cabeza. Dirigió su vista primero hacia las escaleras que conducían a su prisión, y después hacia el helicóptera que parecía mirarla desafiante. Lo único que oía era su respiración y sus pensamientos, demasiado rápidos para entenderlos.

Miró hacia abajo en gesto de derrota. Agarró con la mano izquierda su colgante, lo único que la unía a su pasado. Y corrió hacia el borde del rascacielos. Sus ojos se iban nublando a causa de las lágrimas según se acercaba.

Finalmente saltó, sintió la ingravidez rodear su cuerpo. Pensó que ya no había vuelta atrás, y se sintió muerta mucho antes incluso de llegar al suelo. Pero no murió nunca. Nunca tocó el suelo. Apenas sus pies dejaron de sentir el suelo bajo ellos, la nube que se estaba formando sobre el edificio comenzó a descender como si hubiese un tornado. E iba directamente hacia ella hasta que la atrapó, y continúo descendiendo hasta tocar el suelo. Pero una vez hecho esto, se esfumó, desapareció como si nunca hubiese ocurrido, y junto al fenómeno desapareció la chica.

domingo, 3 de septiembre de 2006

Tormenta pasada




"Nadie es capaz de hablar honestamente de sus sufrimientos hasta que ha dejado de sentirlos."

Arthur Golden
Memorias de una geisha


Siempre he vivido con la sensación de que no puedo aspirar a más de lo que tengo. Bien porque no estoy en derecho de hacerlo, o bien porque según nos dictan las leyes de superviviencia debemos conformarnos con lo que tenemos. No estoy seguro, pero todo parece ser un círculo en el que según vas a llegar a la cumbre comienzas a bajar nuevamente, hasta tocar el fondo para volver a subir. De esta forma todo vuelve a su origen, sea pronto o tarde, todo vuelve a suceder de nuevo. Cambian las formas, las voces y las caras, pero la sensación permanece vuelta a vuelta.

Nunca me gustó quejarme de mi vida. Sé que he conseguido cosas con las que otros ni siquiera sueñan, y eso parece quitarme todo derecho de llanto. Pero cuanto más tienes más quieres, y esto no se extiende sólo a los bienes materiales, sino a la forma que toma el mundo que te rodea, la forma con el que te lo dan y la manera en que lo moldeas para hacerlo un poquito más soportable.

Tú ya has conseguido crearte una vida. Yo apenas he empezado con la mía. Apenas unos pocos cimientos que preparan mi futuro. Pero me entró envidia, o quizás más bien fue la avaricia la que me hizo querer meterme en tu vida. Quizás fue un error, quizás una forma de aprender. Eres demasiado grande para mí ahora. Yo no hago nada y tú lo haces todo, me siento casi como una hormiga a tu lado. Quizás sea hora de apartarme para evitar ser aplastado.


Justo cuando todo parecía ser perfecto.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Not gonna get us

Abrieron la última puerta que les separaba de su libertad.

Conocían aquel hangar de camiones porque el tío de ella la llevaba allí cuando aún ejercía la profesión. Se les ocurrió que aquello podría ser el final de su vida, el comienzo de todo. La alarma empezó a sonar, pero tampoco les preocupó mucho, aunque intentasen detenerlos, les resultaría complicado parar un gran camión cómo el que pensaba coger. Cogieron las llaves de la cabina del conserge y corrieron hacia la inmensa móvil que les ayudaría a escapar. Se le cayó la llave cuando intentó meterla por la cerradura. La verdad es que desde el principio estuvieron demasiado nerviosos como para conseguirlo, pero también estaban demasiado decididos como para no intentarlo. Por fin consiguió abrir la puerta, la ayudó a subir, pues aunque no era una chica especialmente bajita, el camión sí que era demasiado alto para ella. Una vez dentro, intentó hacer un repaso a lo poco que sabía de conducción. Metió la llave y las luces se encendieron. Metió la primera y pisó el acelerador con todas sus fuerzas. Esperaba que la valla que la puerta del hangar no fuese muy sólida o se estamparían contra ella. Cerraron los ojos antes de darse contra ella, a la vez que se cogían la mano, y aguantaron la respiración hasta que por fin se vieron fuera de aquel lugar.

La nieve caía y helaba la carretera, lo que hacía aún más peligroso su viaje. Pero no podían parar, no ahora. Tenían que llegar más lejos, sentirse a salvo. Él estaba despejado, pero pudo ver el cansancio en los ojos de la chica que le acompañaba. La conocía bien, y podía ver en ella todo lo que podía querer de alguien. Asintió cuando le miró, y ella comprendió que no le importaba que se durmiese. Era curioso cómo habían llegado a saber lo que pensaban sin necesidad de palabras, eso lo hacía todo mucho más fácil.

Siguió conduciendo durante interminables kilómetros. Los bosques blancos rodeaban la carretera y le daban una sensación de tranquilidad, de calma después de la tormenta...o antes. Decidió poner la radio lo suficientemente alta para no dormirse, pero lo bastante bajita para no despertarla. Pero le salió el tiro por la culata, pues en cuanto pulsó el botón empezó a sonar a máximo volúmen. Comenzó a bajarlo frenéticamente, pero ya era demasiado tarde, se había despertado. Preguntó cuánto tiempo había dormido y él le contestó que no el suficiente.

Continuaron en silencio, de vez en cuando una mirada, una caricia...y la carretera delante de ellos. La música paró bruscamente en la radio. Dieron el comunicado de dos jóvenes que habían robado un camión y destrozado mobiliario urbano. No era tanto el robo el problema en sí, como el hecho de que ninguno de los jóvenes tenía siquiera el carnet de conducir y que el camión en el que iban transportaba gasolina. Nervioso por la noticia comenzó a acelerar. Tanto que estuvo a punto de golpearse contra otro camión que salía del bosque y transportaba troncos. Por desgracia, el conductor del mismo, acababa de oír la noticia también y no tardó en llamar a la policía.

No tardaron mucho en empezar a oir el sonido de un helicóptero a su alrededor. Ella le agarró fuerte del brazo mientras él aceleraba en un intento desesperado por huir. Finalmente, el frío y la velocidad pudieron con ellos. El camión comenzó a derrapar y la cabina se dió contra los árboles que se agolpaban en el borde de la calzada. Sabían lo que tenían que hacer si ocurría esto, ya lo habían hablado, pero aún así no pudieron resistirse a sus instintos. Debían separarse para tener más posibilidades, pero no pudieron hacerlo. Comenzaron a correr ladera abajo a través del denso bosque, aunque sabían que sus esperanzas eran mínimas no podían dejar de correr. Ella cayó exhausta sobre la nieve y él la ayudó a levantarse. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, lágrimas que no llegaron a caer debido posiblemente al frío.

Y corrieron más y más, sin saber hacia donde se dirigían. Sus fuerzas empezaron a decaer y no tardaron en oír los pasos y los gritos de los que los perseguían. Ahora no había vuelta atrás, pero al menos habían hecho lo imposible por poder estar el uno con el otro.

Acabaron por alcanzarlos y ambos patalearon, y golpearon tanto como pudieron. Pero todo fue inútil. Se los llevaron. Y a cada uno por separado.